FILOSOFIA LATINOAMERICANA

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jueves, 15 de diciembre de 2011

Los movimientos sociales ante el movimiento de la posmodernidad.

Los movimientos sociales ante el movimiento de la posmodernidad.


Don Quijote soy, y mi profesión la de andante caballería. Son mis leyes, el deshacer entuertos, prodigar el bien y evitar el mal. Huyo de la vida regalada, de la ambición y la hipocresía, y busco para mi propia gloria la senda más angosta y difícil. ¿Es eso, de tonto y mentecato?


Presentado por:
Camilo Bravo [1]

Los tiempos en los que los sueños se unían a las consignas para sentir que se estaba en algún lugar, fueron desvaneciéndose en pérfidas promesas de mundos mejores, con el fin de la guerra fría vino el fin de la ilusión y el malestar de la cultura tan anunciado por ese maestro de la sospecha que llamaban Freud.

No es que no se considere que los movimientos sociales  no estén a la luz de la realidad, lo que pasa es que a la muerte del sujeto histórico, antítesis de la burguesía, lo que quedo en la realidad fueron mini racionalidades, desarticuladas de algún meta relato, relegadas a sus imperiosas subjetividades que lo único que refuerzan es  hacen es debilitar el proyecto Ilustrado y propio de la modernidad, antes claro que este cayera en manos de la burguesía.

Touraine (2006) expone:

El pensamiento social y la acción política revolucionaria de la época industrial fueron dominados por esa separación y, en consecuencia, los movimientos sociales no podían aparecer como los actores principales de la sociedad. Para Lenin, por ejemplo, el movimiento sindicalista estaba definido como un simple actor económico, subordinado a la acción y a la teoría política. Yo escribo para reestructurar completamente el análisis sociológico alrededor de esta nueva idea: el movimiento social. Estas frases pueden asombrar. En caso de que nuestra historia y nuestro pensamiento social hayan estado por mucho tiempo dominados por el movimiento obrero, por la teoría de lucha de clases, por la experiencia de huelgas, del sindicalismo y de los partidos revolucionarios, ¿Cómo pretender que la idea de movimiento social estaba ausente de la sociedad industrial? Por cierto, yo reconozco que en las doctrinas sobre el movimiento obrero el antecedente más directo a la idea de movimiento social, y quiero que mi propio esfuerzo prolongue el pensamiento del siglo pasado al mismo tiempo que se separe de él. Pero es a partir de estas diferencias que se debe comenzar (p. 2)

Como bien sabemos una de las obras maestras  del la modernidad es la creación del estado nación, obra que de paso creó una categoría  que obligaba casi de manera simbiótica la creación y la implantación de otra categoría a quienes pertenecían a esta macro estructura, y es así que nace, el hombre y el ciudadano, para servir al monstruo que debían alimentar.

Con el tiempo y en las relaciones de la dialéctica histórica nace la negación de esta misma,  el obrero como actor y como ciudadano no es ajeno a esta contratación simbólica, entre un algo que le garantiza protección y de paso le procurara un buen vivir,  pero es menester que esta primera esencialidad en su inmediatez no sea negación, sino que va ser hasta que esta esencia toma conciencia histórica y realmente se encarna en una potencia capaz de entrar en la lucha por los capitales simbólicos (medios de producción) para  llegar al fin último propuesto.

Touraine (2006) expone:

La idea de conflicto, debe preferirse la de movimiento social. El campo de historicidad es el conjunto formado por los actores sociales y por el enjeu1 de sus luchas, que es la historicidad de ellas mismas. El movimiento social es la conducta colectiva organizada de un actor luchando contra su adversario por la dirección social de la historicidad en una colectividad concreta. No se deben separar jamás las orientaciones culturales y el conflicto social; esto no ha sido posible en las sociedades pasadas. La separación del orden social y del orden metasocial siempre ha traído consigo un conflicto, situado al interior de la vida social, y de un campo cultural, situado en la base de los conflictos. Las prácticas fueron reconocidas como conflictivas; los valores o las tendencias no podían serlo. Y entre las prácticas y el orden metasocial, separando el conflicto y el sentido, predomina el conflicto, cuando lo nombramos así, o la lucha, cuando preferimos denotarla de ese modo (p. 2)

Así la historia pario al proletario, una conciencia que se sabe conciencia y que al saberse ella comienza la lucha por aquello que les pertenece pero que les era escondido gracias al proceso enajenante de la sociedad industrial.

Fue así que desde 1917 momento  en el que el proletario toma el poder para plasmar su construcción de realidad, hasta 1945, momento en el cual se enfrenta directamente a su antítesis y 1989 momento en el que su movimiento de diluye en la historia, se puede comprender  la lucha de tensión entre el monstruo que devora hombres y el hombre que lucha por no ser devorado.

Pero recordemos que este hombre que lucha solo no es un hombre común, sino que por el contrario es un hombre se ha hecho conciencia, pero no masificada, sino mas bien conciencia colectiva que tiende a la autoconciencia del que se sabe en una dialéctica histórica, anclada en un movimiento que encierra la totalidad, no la particularidad de la función en la estructura; una conciencia que es racional y disciplinada que  utiliza un método para aprehender la realidad y poder transformarla desde el conocimiento de sus esencia, anclada a lo social y humano, pues la historia es un devenir que se sabe en sus tres máximas expresiones.

Touraine(2006) expone:

Hasta el pensamiento social más alejado de la idea de lucha de clases también hace referencia a la idea de conflicto. Los liberales ven en todas partes la competencia y la lucha por la supervivencia, otros dan mayor importancia al estado, a las relaciones internacionales y a la guerra; finalmente, otros insisten sobre los valores de una comunidad, donde sus opositores necesariamente son desconocidos que amenazan desde afuera o desde adentro. Pero la elección esencial consiste en situar el conflicto en las fronteras de la sociedad o al contrario, en su corazón, articulando las relaciones sociales más fundamentales. Contra la primera orientación, yo mantengo que el campo cultural, la historicidad de una sociedad es el lugar de los conflictos más importantes. La sociedad es producción conflictiva de ella misma (p. 1)

Esta lucha de contrarios que lo último que busca es aniquilar al otro fue el sustento de todo lo que nutrió el momento de la modernidad entendida  como el proceso por el cual el hombre logra liberarse de Dios y determina que él puede comprender la realidad desde una razón científica; esta nueva forma de ver y comprender la realidad construye un  método para validar que su experiencia es legítima y se llega así al método científico, durante siglos la física y la mecánica se posicionaron como constructoras de verdades, pues a través de su método lograban  comprobar empíricamente que la naturaleza podía ser explicada desde  este tipo de racionalidad. La verdad ya no la otorgaba  Dios sino a la razón científica, por lo tanto la modernidad está caracterizada por el culto a la razón científica.

Pero este momento que concurrió a la realidad de los hombres  poco a poco se fue desvaneciendo en el aire, con el advenimiento de la posmodernidad los referentes dados por la Modernidad son criticados y se confunde al sentido común, llevándolo de nuevo hacia un relativismo;  ahora todo vale, la ciencia fue derrotada, la historia llega a su fin, el sujeto histórico se fragmenta hasta desvanecerse y las dimensiones de orden económico  alienan absolutamente toda la realidad; la realidad misma y su forma de representarla entran en crisis.

La posmodernidad en los finales del siglo XX se comprende como el fin de los utopías de la ilustración, el sujeto histórico esta sujetado a la máquina burocrática de la razón-técnica y prefiere diluirse, la historia no ofrece garantías, pues se anuncia su fin,  Dios muere en manos de Nietzsche; para (Lanz1996) los mas medias y la tecnología ofrecen la salvación al individuo des – sujetado de la historia a cambio de su dominación por la industria cultural.  No todo está perdido, sí, la modernidad está en crisis, pero  Habermas postula que la modernidad aun es un proyecto inacabado.

            Lanz (1996),  declara:

Ante la banca rota de los proyectos de cambio  frente a  la constatación  generalizada de una crisis de paradigmas, ante los signos brutales de la descomposición  moral de esta decadente civilización, Habermas recurre a la última línea de defensa: “no todo está perdido, no todo ha sido malo, faltan aún algunas cosas, las desviaciones pueden corregirse” citando a Habermas (p.  54)

La modernidad está en crisis, ¿pero en sí que es lo que está en crisis? Para Lanz (1996)  es el proyecto de la ilustración, el sujeto y su sentido en la realidad, la historia, todos ellos basados en la razón; la creencia en la razón, el devenir histórico que se desplegaba, en busca de la felicidad, el fracaso del socialismo.

Esta desconfianza  se evidenciara en un malestar que traerá  consigo,  la base de una lectura posmoderna. “Tanto la sensibilidad  intelectual de las élites, como las señales sociológicas de la civilización industrial, están inscritas en la racionalidad sustantiva de este tipo de sociedad” (Lanz1996, p. 60).

Los  espacios de tensión  sobre  dichas lógicas de dominación, han permitido generar discursos “liberadores” pensamientos  que rigen una construcción filosófica o  explicativa de la realidad e interpretación de los contextos locales, siempre han existido, pero  discursos que se posicionen  explícitamente   como disertaciones de resistencia o contestatarios a la lógicas de dominación, tendrán su aparición en la década de los sesenta,  quizás por  un efecto dómino iniciado en el Mayo francés y reforzado por las construcciones discursivas de filósofos  como Foucault, Derrida, Delez y algunos integrantes de la Escuela de Frankfort; quienes se encargaron de denunciar los desmanes de la razón y la su alianza siniestra con los  pensadores burgueses de la ilustración, proceso que llevo a la instrumentalización de la razón.

La sociedad en estos movimientos se vio afectada de tal forma que  como Fukuyama lo enuncio, la historia llego a su fin, y  con ella el sujeto histórico que había comprendido la importancia de aprehender la realidad desde construcciones totalizantes.

El mundo completo cayo ahora sí en  manos del proyecto burgués y no hay quien se pueda enfrentar contra este  monstruo que  cambia de caparazón mutando del estado nación hacia la economía de mercado, donde este el nuevo dios que termina las esencialidades de los hombres.

El mismo monstruo engendra y alimenta sus criaturas que han de nutrirlo y  desde construcciones ensoñadas, desde conceptos  casi divinos exigen reconocimiento de su papel en las  ruinas del sistema occidental.

Torres(s/f) expone:

 Así, los movimientos sociales son consecuencia y reacción a los conflictos producidos por la expansión de la lógica de dominación capitalista moderna a lo largo de los últimos siglos, a la vez que protagonistas en la construcción de sociedades democráticas. La expansión de la lógica del mercado, de la dominación estatal y del control sobre los individuos y los colectivos, al buscar desarticular, abolir o subordinar otros modos de producción, otras formas de relación social, otras lógicas culturales y otros valores, desencadena estrategias de inconformismo, resistencia y oposición, en torno a las cuales se tejen nuevas solidaridades, nuevos anhelos y utopías alternativas al orden imperante (p.1).

Es que este ejercicio desarticulado de una conciencia que se haya comprendido en la historia resulta abono sobre tierra desértica, pues es la historia la que tiene en sí misma las armas para combatir en campos de igualdad, de lo contrario será lo que he llamado sujetos de sujetados de la historia, anclados en la esencia de la posmodernidad que  es fragmentación de la unidad y abandono de las totalidades; es un llamado a la afirmación de la pluralidad del pensamiento, un abandono de los límites  que se había conquistado con tanto ahincó en las diferentes ciencias, tanto blandas como duras. Es la muerte del hombre por los hombres; es relativismo del conocimiento; es un abandono de la búsqueda de la verdad que nos lleve a la felicidad y un acercamiento a la aceptación de las certezas que encaminan a  las felicidades.  ¿Es una aceptación de la falsa conciencia, una renuncia a la mayoría de edad Kantiana, un anuncio de liquidación del contrato social hobbesiano?

Esta dialéctica discursiva y metodológica,  propia al interior de la ciencias sociales  se vuelve circular en la  consolidación  como ciencia  dentro de un proyecto histórico;  y que  desde una analogía con la historia de Sísifo, presenta las dificultades de los movimientos sociales en nuestros tiempos, regresa nuevamente al inicio y postula nuevos  interrogantes antes hechos, ¿Es posible el orden Social? ¿Cuál es la naturaleza del cambio social?,  pregunta que se hacen desde nuevas dinámicas sociales que algunos intelectuales denominan  sociedad posindustrial, sociedad transparente, la sociedad del riesgo global, entre otras.

Torres(s/f) expone:

Más que reivindicar la importancia de los movimientos sociales en la historia moderna, nuestro interés es reconocer y valorar los alcances de los diferentes intentos de las ciencias sociales por interpretarlos. No es casualidad que la emergencia de éstas fue correlativa al surgimiento y expansión de aquellos; en efecto, la convulsión social y política generada por los efectos sociales de las revoluciones francesa e industrial atrajo el interés de las nacientes disciplinas sociales; más allá de sus diferencias ideológicas, los fundadores de las ciencias sociales, asombrados por el incremento de la movilización colectiva (revoluciones, levantamientos, huelgas, etc) buscaron “descubrir” las leyes que las gobernaban y su capacidad de alterar el orden, ya fuera para controlarla o encauzarla.

            En la medida en que el abanico de formas de acción colectiva se fue ampliando y generalizando a lo largo del siglo XX y a lo ancho del planeta, las ciencias sociales también fueron ampliando su intento por describirlas e interpretarlas; así fueron surgiendo diferentes perspectivas teóricas y metodológicas para abordarlas. En la actualidad el estudio de los Movimientos Sociales se ha consolidado como un campo intelectual autónomo dentro de la sociología, la historia social, la ciencia política y la sicología social (p. 1-2).

Recordemos que para  el  siglo XIX  era Europa quien dominaba la escena  mundial,  pero este dominio,  daría paso al pragmatismo norteamericano, basado en las recolección de datos, el estudio de casos concretos, las encuestas y la observación participante; paso dado gracias a los conflictos bélicos de finales del siglo XIX y del siglo XX.

 Las relaciones  sociales siempre han estado atravesadas por variables de dominación directa o simbólica que han permitido la exclusión de alternativas de pensamiento de resistencia colectivas que garanticen una  reordenación de las formas de repartir las riquezas entre los individuos de un determinado territorio; No se habla aquí de una redistribución de los recursos o riquezas de forma igual pero de forma equitativa.

Quizás hasta ahora se comienza a crear un sujeto histórico que reconoce su condición de esclavo, pero en ese mismo reconocimiento hace una negación del amo, y negándolo, permite pensar un origen histórico verdadero, por medio de dos conciencias enfrentadas por un deseo de reconocimiento  que conlleve al sometimiento.  En síntesis lo que busca la dialéctica del amo y el esclavo es que una de las conciencias me reconozca y se me someta. Y en ese sometimiento  el esclavo trabaja la  materia (conocimiento), permitiendo que el amo se convierta en un agente pasivo, reconocido solo por el esclavo quien trabaja la materia y en ese trabajar comienza a construir la cultura, entendiendo la cultura como el trabajo que el hombre ejerce sobre la naturaleza, a su vez esta relación con la materialidad, le permite descubrir la relación con ella, manifestando que en él existe una creatividad que le permite sentirse más humano que el amo, pues en este trabajo descubre su libertad . (Feinmann  Pablo(s/f).

En síntesis aquí lo fundamental es poder rastrear donde está naciendo ese nuevo sujeto que la historia tiene preparado para que asuma las banderas que dejo enterradas en la lucha por los universos simbólicos el proletariado, pues si desarticulamos  a los individuos del colectivo lo condenaremos a luchas y gritos leves que ni siquiera retumbaran en los oídos de las generaciones venideras a las cuales ya les han quitado la posibilidad del conocimiento sustituyéndosela por la información, en donde lo importante no es aprehender la realidad, sino mas bien poder tener la información necesaria para dar respuesta acertadas, donde la veracidad es la enunciación del momento posmoderno,  situación que ha llevado a que existan luchas aisladas dentro de universos que se entienden como luchas sociales , pero que  no se comprenden como luchas sociales, simplemente porque el pasado y futuro se desvanecieron junto con el proyecto de la modernidad.

Los hombres de este momento presente inmediato, no están interesados en volver el rostro atrás y ver la necesaria e inmediata necesidad de anclar las prácticas a la  historia nuevamente, pues la historia no ofrece garantías, pero es allí en la historia misma donde la conciencia se forma concreta y se despliega en concreción cotidiana para llegar al movimiento que le es propio, la dialéctica propia del que se sabe como agente transformador de  acciones sociales reales.

Touraine (2006) expone:

Es necesario abrir ampliamente las investigaciones sobre los movimientos sociales y más concretamente sobre las luchas. Estas últimas se sitúan en los diversos sistemas de acción, campo de historicidad, sistema institucional y organización, más sobre su cara de luz que sobre su cara de sombra. Pero un movimiento social desborda sus límites. De un lado, él se eleva hasta las orientaciones culturales de la sociedad; tan alto que a veces se separa de todo conflicto social; del otro, desciende profundamente en las situaciones de crisis que a veces se descomponen y se pierden en la marginalidad.

Es que lo importante no es quien hace la lucha sino como este ejercicio está anclado en el devenir de la historia, pues esta se comprende como autorrealizada, constante y significativa.

Aquellos intentos de reivindicaciones subjetivas desarticuladas de la  historia como totalidad quedaran como expresiones románticas del momento fotografiadas para la enunciación al final del viaje, como momento de intento pero desarticulada  del verdadero sentido autoconsciente  que le es propio al momento que se sabe como movimiento dialectico y que por lo tanto asume su devenir como única posibilidad.

Debemos atrevernos a ser sentido autoconsciente dialectico, así quedemos atrapados en conceptos como ideología y Utopia, conceptos fuertemente atacados por los pensadores en esta posmodernidad que se nos recrea en los diferentes ámbitos o roles que desempeñamos, tomemos las armas que nos da el conocimiento,  disparemos  argumentos  y sobre todo  no le tengamos miedo a morir mientras preguntamos ¿Dónde está el sujeto histórico del siglo XXI?

Sabemos dónde está la tensión, pero algunos no saben cuál es nuestro deber como intelectuales, orgánicos o no orgánicos, eso es lo de menos, lo de mas, es saber que debemos encontrar el sujeto,  anclarlo a la historia nuevamente para que desde, las luchas estudiantiles,  de los indignados, de los que quieren la paz, etc, no sea esto un movimiento sin tensión  histórica sino que por el contrario sea en verdad una lucha por la reivindicación historia de toda una dialéctica.

Touraine (2006) expone:

 Yo hablo de la historia natural de los movimientos sociales, para recordar que ellos no viven de un acto creador constantemente renovado. Además, las relaciones de clase y al interior de ellas, las relaciones de producción (más bien de reproducción) ocupan un lugar central en la vida social, y más cuando los movimientos sociales llegan alcanzar un nivel elevado. Cuando las relaciones se institucionalizan, los movimientos sociales se degradan en presión política. Esto se produce en el movimiento obrero cuando aparece la sociedad post industrial. Pasando de un tipo de sociedad a otra, vemos que los movimientos sociales descienden de nivel o al contrario, las luchas reivindicativas se elevan y se transforman en movimientos sociales. En las sociedades mercantiles, los movimientos sociales son movimientos urbanos; su base es la ciudad o el barrio y su objetivo principal es la libertad del ciudadano, del habitante y de la comunidad contra el señor, el príncipe o los grandes comerciantes. En las sociedades industriales los movimientos urbanos no son más que presiones institucionales. Hoy los problemas urbanos son discutidos al nivel de la organización: de un lado, problemas de acondicionamiento, del otro, problemas de segregación, de exclusión y de reproducción de desigualdades. En los dos casos se está más lejos del lugar de las relaciones de clase que se desplazan,
primero sobre la empresa industrial y luego sobre la oposición a las industrias
culturales y los públicos a las cuales imponen su poder (p. 23).

No se trata más que de dotar estas expresiones subjetivas desarticuladas de la historia por obra y gracia de las incidencias de la posmodernidad de una autoconciencia capaz de mantener en si mismas la dialéctica interna al enfrentarse a la totalidad sin que la primera se pierda en la segunda sino que por el contrario haga parte de ella misma.



Bibliografía:

Lanz.  Rigoberto (1996) El discurso posmoderno: critica de la razón escéptica. Universidad Central de Venezuela. Consejo de Desarrollo Científico y humanístico

FEINMANN Pablo(s/f). Filosofía aquí y ahora. Hegel, dialéctica del amo y el esclavo. Parte 1-2. Recuperado el 02 de diciembre de 2011 de   http://www.youtube.com/watch?v=rsYyB4sGn6g&feature=related

Torres. C. Alfonso (s/f) Las lógicas de la acción colectiva aportes para ampliar la comprensión de los movimientos sociales. Extraído el 01 de diciembre de 2011 de  http://aprendeenlinea.udea.edu.co/lms/moodle/file.php/180/Seminario_Investigacion_y_Movimientos_Sociales/Ponencias_centrales/Ponencia_Alfonso_Torres.pdf

Touraine. Alain (2006) Los Movimientos Sociales. Revista Colombiana de Sociología. ISSN 0120-159X Nº 27. Extraído el 01 de diciembre de 2011 de  www.revistas.unal.edu.co/index.php/recs/article/download/.../8626


[1] Sociólogo de la Universidad Santo Tomas y Maestrante en Filosofía Latinoamericana de la misma institución. 

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